The Fury
De este simpático personaje he hablado antes, pero vamos a agregar algo de contexto y además, a explicar porqué le asigné este jefe.
A esta belleza le debo algunas de mis más grandes inseguridades como mujer, me puso los cuernos, me trató mal... y tras de todo, yo terminé siendo la mala del paseo. Por eso es la furia. No la suya. La que en justicia debería haber sido mía.
Nuestra primera cita fue a uno de los monumentos de mi ciudad, a una iglesia... y aquí hay tela que cortar: me contó que iba a pagar una promesa, de ir a esa iglesia durante 9 domingos y no me contó el qué era. Meses después me enteré que iba a rogar que el niño que esperaba una chica de su pueblo no fuera suyo. Qué joyita. Igual creo que el señor de los milagros le concedió lo pedido.
Pero... hay una cosa con ese lugar. Existe la leyenda de que uno de los primeros sacerdotes de esa iglesia impuso la condición de que si una pareja pecadora ingresaba a ella, nunca podrían casarse. Por lo tanto, si una de esas parejas de novios que son alegres fornicadores van a ese lugar -la iglesia está en lo alto de una montaña y con el tiempo la "maldición" se extendió fuera de la iglesia y ahora abarca todo el monte- nunca podrán ser felices juntos. Parejas casadas y novios castos son inmunes a este perjuicio.
Como era la primera cita en serio -encontrarnos a la salida y tomar café no contaban para mi-, ni se me ocurrió que tal maldición tendría efecto sobre nosotros, pero cuando -después de subir a pie por la parte trasera de la montaña, empinada y resbalosa y soportar la misa en una iglesia repleta y todo el tiempo parada- bajamos, pasó lo que tenía que pasar... y desde esa primera vez, el poder de nuestro señor caído cayó sobre nosotros.
Esa breve relación no fue una pesadilla -se me ocurren miles de cosas que habrían podido ser peores- pero para mis pocos años y experiencia fue mala, muy mala. Ahora a la distancia no dejo de pensar que quizás para él tampoco fue lo mejor y menos aun si tenemos en cuenta que nunca le di el gusto de ponerle los cuernos -ni tan siquiera un beso- con su mejor amigo, como siempre lo deseó para librarse de mi sin quedar como el malo del paseo, aunque si le adorné la cabeza cuando ya las cosas estaban cuesta abajo. De eso, por supuesto, nunca se enteró.
No era feliz saliendo a caminar conmigo -de hecho, esa salida a la iglesia fue la única que hicimos juntos-, no le gustaban mis regalos y el hecho de que fuera apasionada lo sacaba de casillas. Ese hombre me jodió en ese aspecto mucho más de lo que desearía admitir. La experiencia anterior no fue de las mejores y la siguiente no ayudó mucho. Terminé metiéndolos a todo en el mismo saco de frustraciones, represión y dolores.
He conocido otras parejas que subieron juntas a esa montaña y, en efecto, les cayó la maldición y no están juntas. He de decir que, en favor del Señor de los Milagros, para ser sincera, a las chicas nos hizo un favor quitándonos de encima a unos personajes que no eran los más indicados para estar a nuestro lado. No he conocido qué piensan los varones a los que les haya pasado esto. No creo que la "maldición" del lugar surta efecto al 100%, pero por las dudas nunca he querido subir con mi pareja a ese lugar.
No sé qué sería de este hombre, desde que mi gentil hermano mayor colaboró de manera inconsciente con el final de esa historia.
Aunque no lo mereciera, no después de lo que me hizo, espero que haya terminado con bien. Que esté bien. Y que sea feliz.
A esta belleza le debo algunas de mis más grandes inseguridades como mujer, me puso los cuernos, me trató mal... y tras de todo, yo terminé siendo la mala del paseo. Por eso es la furia. No la suya. La que en justicia debería haber sido mía.
Nuestra primera cita fue a uno de los monumentos de mi ciudad, a una iglesia... y aquí hay tela que cortar: me contó que iba a pagar una promesa, de ir a esa iglesia durante 9 domingos y no me contó el qué era. Meses después me enteré que iba a rogar que el niño que esperaba una chica de su pueblo no fuera suyo. Qué joyita. Igual creo que el señor de los milagros le concedió lo pedido.
Pero... hay una cosa con ese lugar. Existe la leyenda de que uno de los primeros sacerdotes de esa iglesia impuso la condición de que si una pareja pecadora ingresaba a ella, nunca podrían casarse. Por lo tanto, si una de esas parejas de novios que son alegres fornicadores van a ese lugar -la iglesia está en lo alto de una montaña y con el tiempo la "maldición" se extendió fuera de la iglesia y ahora abarca todo el monte- nunca podrán ser felices juntos. Parejas casadas y novios castos son inmunes a este perjuicio.
Como era la primera cita en serio -encontrarnos a la salida y tomar café no contaban para mi-, ni se me ocurrió que tal maldición tendría efecto sobre nosotros, pero cuando -después de subir a pie por la parte trasera de la montaña, empinada y resbalosa y soportar la misa en una iglesia repleta y todo el tiempo parada- bajamos, pasó lo que tenía que pasar... y desde esa primera vez, el poder de nuestro señor caído cayó sobre nosotros.
Esa breve relación no fue una pesadilla -se me ocurren miles de cosas que habrían podido ser peores- pero para mis pocos años y experiencia fue mala, muy mala. Ahora a la distancia no dejo de pensar que quizás para él tampoco fue lo mejor y menos aun si tenemos en cuenta que nunca le di el gusto de ponerle los cuernos -ni tan siquiera un beso- con su mejor amigo, como siempre lo deseó para librarse de mi sin quedar como el malo del paseo, aunque si le adorné la cabeza cuando ya las cosas estaban cuesta abajo. De eso, por supuesto, nunca se enteró.
No era feliz saliendo a caminar conmigo -de hecho, esa salida a la iglesia fue la única que hicimos juntos-, no le gustaban mis regalos y el hecho de que fuera apasionada lo sacaba de casillas. Ese hombre me jodió en ese aspecto mucho más de lo que desearía admitir. La experiencia anterior no fue de las mejores y la siguiente no ayudó mucho. Terminé metiéndolos a todo en el mismo saco de frustraciones, represión y dolores.
He conocido otras parejas que subieron juntas a esa montaña y, en efecto, les cayó la maldición y no están juntas. He de decir que, en favor del Señor de los Milagros, para ser sincera, a las chicas nos hizo un favor quitándonos de encima a unos personajes que no eran los más indicados para estar a nuestro lado. No he conocido qué piensan los varones a los que les haya pasado esto. No creo que la "maldición" del lugar surta efecto al 100%, pero por las dudas nunca he querido subir con mi pareja a ese lugar.
No sé qué sería de este hombre, desde que mi gentil hermano mayor colaboró de manera inconsciente con el final de esa historia.
Aunque no lo mereciera, no después de lo que me hizo, espero que haya terminado con bien. Que esté bien. Y que sea feliz.
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