Si es difícil llevarse bien con uno mismo, involucrar a otro es muchísimo más complejo.
La distancia.
El tiempo.
La velocidad (ja, ja)
En una relación llena de incertidumbres, con muy pocas certezas (y las que hay son románticas, pero etéreas...) a veces uno desea tirar la toalla, cansado de esperar sin desesperar cuándo será la próxima cita, la próxima oportunidad, el siguiente abrazo, el beso que podría ser el último...
Yo puedo dominar mis deseos. Lo he hecho antes. Puedo esperar una semana, dos, quizá un mes aferrándome al día cuando podríamos vernos.
Y el día nunca llega, aunque llegue.
Jamás pasar dos días seguidos juntos, como si mi presencia fuera agotadora, como si no resistiera tanto tiempo a mi lado.
Nunca saber cuándo será el siguiente encuentro y nunca poder preparar ropa especial, un detalle para él (y se muelen las galletas de cargarlas a diario en el bolso...), depilarme (cosa que no suelo hacer y que al parecer no es apreciada en lo absoluto) y peor aun cuando me ilusiono con un "si... pronto...".
Y pronto es una palabra relativa.
Pronto nunca llega.
Sería tan lindo que hubiera ritos.
Que supiera de algún momento en que pueda preparar el corazón, disponer mi cuerpo, hacerme ilusiones. Usar las prendas que guardo para ti.
Saber cuándo será el siguiente encuentro. Contar los días, los minutos, los segundos que faltan para tenerle de nuevo conmigo...
El tiempo que debo robar a un sueño que no me perteneceLa eterna burbuja de un efímero infinito...
Tal vez sería mejor dejar de soñar
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