Yo, a diferencia de las adolescentes de hoy día, duré muchos años siendo niña.
Es decir, a los 12 aun jugaba con muñecas (la ultima me la regalaron a los 15 cumplidos) y tuve mi primer lápiz labial a los 16.
Siendo así, a los 11 años era una niñita en todo sentido y como las niñitas afortunadas estaba muy unida a mi papá.
Una de sus paternas estrategias de crianza era mostrarme lo que el mundo podía ofrecer, aunque fuera una vez y dentro de las limitaciones económicas que mi familia siempre tuvo.
Así que a esa edad (11 años) decidió subir conmigo hasta uno de los miradores de la ciudad (que en esa época lejana era sitio de rumba obligada y cara... ahora ya no tanto, la verdad) para "que ningún piernipeludo (sic) venga y la descreste... cuando la traigan, se puede dar el lujo de decirles que ya conoce"
:D
La vista desde el lugar es espectacular:
Se puede hacer clic para ampliarla |
Allá no entramos a ninguno de los sitios reservados para beber y bailar (y dudo que nos hubieran dejado, por otra parte...), solo nos quedamos viendo la ciudad y cuando dio hambrecita, descubrimos los bolsillos con las pocas monedas habituales, así que ni soñar con entrar a un restaurante, por lo que buscamos un parador que se viera económico a un lado del camino.
Se veía económico ciertamente, pero no lo era (es que era un parador con todas las de la ley, música ambiental, cosas de parrilla, traguitos, mesero de corbata... además en sitios de rumba nunca nada es barato) así que para lo único que nos alcanzaba era para pincho (y sin bebida!) de modo que pedimos dos. Uno para cada uno.
Los pinchos normalmente son de carne a la parrilla, algo como esto:
pero este, además de ser un pincho caro, pretendía ser fino, así que apachurrar pedazos de carne en un palillo se les hacía poco elegante, por lo que alternarlo con algunas verduras les pareció mas gourmet... Y más barato, sin duda:
En resumen? O me comía solamente la poca carne que contenía el maldito pincho (tres míseros trocitos) o me comía todo... y todo era una de las maldiciones alimenticias de mi infancia: Gordos Trozos de Cebolla y Enormes Tajadas de Pimentón.
Pues nada, a hincarle el diente a la verdura...
Es curioso, pero cebollas y pimentones a la parrilla barnizadas aceitico de oliva me supieron a gloria (no sé aun si por su real sabor o porque era mucha el hambre) así que desde ese día aprendí a comer esos dos alimentos con gusto. Incluso me gustan mucho.
La estrategia pedagógica de mi papá funcionó a medias, ya que nunca nadie ha reunido ni el dinero ni los cojones suficientes para ir a ese lugar conmigo (además que ya no es ni tan exclusivo... hay sitios más caros y más cercanos), pero lo cierto es que sí, conocí.
De ese día, entre otras cosas, recuerdo esta canción, que estaba sonando mientras me comía mi primera cebolla asada de mi vida, viendo la ciudad, abajo, al fondo:
"Fast Car" - Tracy Chapman
Si regreso a ese lugar, volveré a comer pincho caro (esta vez me aseguraré que si haya para bebida ;) ) y escucharé esta canción... Porque fue un lindo recuerdo.
La foto (mi ciudad vista desde el citado mirador) la tomé de aquí... qué fortuna la de este argentino poder viajar!
Mundo guayigol...
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