The Sorrow


Hay un Juego que me gusta particularmente y es Metal Gear. Hace tiempo que no le pongo un dedo encima, pero esta serie de escritos tiene que ver, como siempre, con corazones rotos (el mio y el de otros), porque me impresionó recordar y pensar como algunos personajes, específicamente los "jefes" podrían adecuarse a algunas situaciones de mi existir...
The Sorrow (el link es a la info de Wikipedia del personaje)
Sorrow fue... no podría decir que mi primer amor, pero si fue en todo caso la primera persona por la que luché. Contra los sentimientos (los propios y los ajenos) y también contra mi entorno, que no veía con ojos favorables esa relación.
Ciertamente eramos unos niños, para ser exactos, un par de adolescentes, pero estábamos dispuestos a entregar cuanto fuera dable por estar juntos, lo cual le dota de todas las cualidades para ser uno de esos amores inolvidables, especialmente por una razón, una muy especial: me correspondía a plenitud, tuvimos tiempo de vivir ese romance
Nos conocimos en la época del colegio, y debido a la casualidad de mi vagancia, que me hizo perder el año, aunque ya Sorrow tenía una fama que le precedía en ciertos círculos escolares, por ser todo un personaje de historias y leyendas estudiantiles varias, por lo que es una de esas personas que uno dice "ah, si he oído hablar de ti..."
Tengo nítido en mi mente el primer recuerdo: 
Nos conocimos mucho antes de conocernos realmente, cuando eramos muy jóvenes aun.
Distribuidos en varios sitios de mi colegio había llaves del agua, que usábamos para beberla a libre disposición o para refrescarnos en días de calor. Uno de ellos, me acerqué a una de ellas a lavarme las manos y allí estaba él, salpicándose la cara sonrojada después de hacer deporte... y como se dejara la cara húmeda, uno de sus compañeros le dijo:
-Oiga, séquese que si no le salen pecas... 
a lo que contestó, con olímpico desprecio por las normas: 
- Me vale wevo... - fue la sucinta respuesta.
No sé por qué tal desenfado (y algo en su cara, que aún no era pecosa) me encantó; pero era 4 años (y estaba dos grados por debajo del mío) menor que yo, así que hasta ahí llegó esa fugaz primera experiencia.
Me enamoré. me desencanté, empecé el largo camino que me hizo ver desde muy joven que el asunto del amor era caro empeño, cosa complicada queridos lectores.
Y entre unas y otras, perdí dos años de colegio. Décimo grado, como dice la canción.
Eso significó que cuando cursaba mi penúltimo año, coincidimos en el aula.
Le llamaban "tintín" por su parecido con la caricatura de Hergé y aunque para cuando lo conocí había perdido el copete, salvo por el color castaño de su cabello vaya que era muy, muy parecido:
La forma de conocernos fue increíble (aunque todo en esa relación lo fue): 
Él era un "chico malo" así que se sentaba en la parte de atrás del aula, yo era una niña bien (y pese a los dos años perdidos) juiciosa y estudiosa y me sentaba al frente (principalmente porque aun no había empezado a usar lentes y no veía el tablero si no me sentaba ahí), por lo que pasaron algunos días antes de detectarnos, hasta que un día el detestable profesor de filosofía (es un milagro que tal personaje no haya matado mi gusto por esa materia) nos puso a hacer un trabajo en grupo sobre los valores "Y elijan a uno para que sea su vocero", y en medio de las mediocridades habituales, descollamos por nuestro manejo escénico y del tema: fuimos las más altas calificaciones entre 10 grupos, nada mal para un tercer día de clase. 
Por si la exhibición de su inteligencia no fuese suficiente, después mostró su sentido del humor (y su desafío al orden establecido que me llamó la atención la primera vez que se hizo notar ante mi), se ha parado este hombre detrás del profesor y empezó a hacer monerias a sus espaldas haciendo que casi, casi, me riera a carcajadas (me contuve: habría sido difícil explicarle al lascivo profesor por qué me reía en sus bigotes), lo que trajo a mi mente este pensamiento:
"Caramba, este chico es, al menos, tan listo como yo"
Obvio, me faltaba mucho por vivir para darme cuenta que no sabía nada, pero mi diagnóstico no erró: es uno de los hombres más inteligentes y cultos que he conocido en mi vida.
Fue así como con el paso de las clases pudimos ir viendo cada uno en el otro las cosas que nos agradaban, irnos conociendo, ir saboreando ese mutuo descubrirnos. 
A raíz de esta favorable primera impresión (nunca le pregunté cuál fue su primera impresión de mi, pero a todas luces también fue buena) empezamos a trabajar juntos y al poco tiempo éramos inseparables. Aun así, no eramos sino un par de locos que evaluábamos el estar o no juntos.
Él tenía su grupo de amigos (que habían empezado a estudiar juntos desde el primer grado) y ellos me incluyeron con entusiasmo en el grupo, que pasó a llamarse "Bhomblet" (o algo similar) por las iniciales de los nombres de todos. Verán por el número de letras que éramos un grupo respetable numéricamente hablando.
Entre marzo y abril empezó esa etapa maravillosa de toda relación: la conquista.
Dado que mi casa era la que quedaba más cerca al cole, pues empezó a visitarme, logrando así ir poco a poco metiéndose en mi corazón y claro es, conquistando la antipatía de casi toda mi familia (la excepción era mi hermanito, pues habían estado en el mismo curso antes).
¿Qué sucedió en ese tiempo especial? lo que sucede siempre en estas etapas: largas caminatas, montones de preguntas, el sobresalto al sentir de qué manera la mano del uno encajaba perfecto en la del otro. Recuerdo con nitidez (Cómo no iba a hacerlo?) nuestro primer beso: tímido, dulce, solo un roce delicado de nuestros labios, un poco de calor, un poco de presión, el leve sabor de su aliento.... y la sensación de tener un letrero en la frente donde decía "me han besado" (No, no fue ese mi primer beso, pero el impacto de ese beso es indescriptible), y le decía "no sé con que cara miraremos a nuestros compañeros mañana".
Él fue mi primer novio (digamos el segundo, pero es que con el primero no duré ni lo que dura un merengue en la puerta de una escuela) y la forma en que se me declaró fue de novela:
Durante nuestra breve amistad (dos o tres meses, quizá) me contó de su prima (con quien perdió la virginidad), de sus cortos años de vida, del padre que le dejó abandonado, de las circunstancias de su nacimiento y... además de la oposición de mi familia, había algo más: Otra persona dentro de su corazón, convirtiéndome así en su segunda opción. Me lo dijo un día de principios de abril, y como de costumbre traté de minimizar el dolor que me causó dicha revelación, tomándolo a broma, (siempre lo hago) y casi que autorizando que fuera y siguiera los que consideraba eran los "impulsos de su corazón", asi que dándomelas de valiente, lo insté a que averiguara si era posible tener una relación con ella, demostrando estar tan más allá de todo, que hasta le aposté:
- Te apuesto una caja de chocolates a que ella te dice que si.
Obviamente que no era eso lo que deseaba decirle, pero se lo dije igual, y cuando se marchó a indagar por el resultado de su gestión, yo busqué la chaqueta más abrigada de mi armario, verifiqué que tuviese capucha y salí a caminar y a llorar por todo el barrio, por todos esos lugares que habían sido testigos de ese mutuo descubrimiento. Llovía.
Trato siempre de hacerme fuerte y un corazón roto no era el fin de mi existencia... seguí mi vida y aunque estuviéramos la misma sala, dejé de hablarle y no nos vimos por un par de días... Hasta que me buscó...
Una tarde, después del colegio, salí como muchas tardes a ayudar a lavar el auto de mi padre, muy triste (hacerse la heroína cuesta), muy enfadada (mi hermanito debía ayudarme y no lo hacía) y empecé mi labor, cuando la llamada a gritos de mi hermano para que acudiera a casa me enfadó aun más... imaginen mi sorpresa cuando a quien encuentro en la puerta de la casa es a Jove quien con una cara radiante y una expresión tal que las únicas palabras -absurdas- que salieron de mi boca fueron:
-ay no... perdí la apuesta
A lo que contestó un "si" dicho con toda su alma para darme un abrazo muy fuerte y un beso.
Tal vez sea presunción mía, pero  a la distancia creo que él no quería realmente estar con ella y que su negativa lo alivió... por eso corrió hacia mi.
Así empezó nuestro noviazgo, uno de los más importantes en mi vida.
Él fue el primer novio que presenté en mi casa y para mí era un summun de perfecciones, desde su carita pecosa (si, obvio, finalmente, después de varios años de rociarse la cara con agua y exponerse al sol sin secarse, le salieron pecas) hasta su cuerpo delgado. Desde lo mucho que sabía de libros y mitología hasta los traumas de su pasado.
Eramos una pareja joven, inocente, tan normales... él iba a mi casa yo a la suya, hubo salidas, peleas y reconciliaciones.
Hubo una curiosa: salimos con su madre y su hermanita a un parque, él se disgustó con ellas y mientras corrí a contentarlo, resultó desgranándome sus penas (y parte de su personalidad) junto a una casa. Casa que yo habitaría casi 12 años después. Extraña coincidencia.
Él me escribía, escribía a mano y todo el tiempo: cartas, tarjetas, cuentos...
Son aquellas cosas que tengo en uno de mis baúles cerrados: La cajita de chocolates.
Recuerdo que un día de cumpleaños (el único que pude pasar con él) me invitó a cine y vimos Hércules de Disney, (se convirtió en una de mis películas favoritas, me sé las canciones y todo) comimos pizza y me regaló un par de guantes para reponer unos de los que misteriosamente perdió uno (mucho tiempo después me confesó que se lo había quedado).
Hacíamos planes, muchos planes juntos.
Acabaríamos el colegio y....
y como nuestro amor era invencible, pues los amigos del grupo conspiraron para que "nos casáramos".
Pusieron anillos, pastel, ramo de flores y una tarde a la salida del colegio, Bernardo, cual sacrílego clérigo, nos declaró marido y mujer.
Jove puso en mi anular un anillo sencillo de color plateado y yo hice lo propio con él y con un beso sellamos nuestro eterno amor.
Ese anillo es importante en mi historia. Aun lo conservo.
Hacíamos planes: terminaríamos el colegio, yo entraría a estudiar literatura (no recuerdo ya que deseaba estudiar él) y al graduarnos de profesionales nos casaríamos, tendríamos una casita para los dos (de hecho, él ya tenía casa propia, pero en ese momento ni yo lo sabía ni me hubiera importado) y seríamos eternamente felices....
He de aclarar que estudié en un colegio de monjas (si, un colegio de monjas mixto) y por lo tanto se hacía, al menos una vez cada año, un retiro espiritual, que por lo general era de 3 a 5 días, pero que por problemas de presupuesto ese año se redujo a un solo día.
Allá en medio de reflexiones y trabajo a conciencia, el confesó que estaba empezando a usar drogas y a mí el mundo se me partió en dos.
Que cómo así, que cómo fue, que ajá.
Nunca lo hubiera sospechado y para mi fue consternador saber eso. La directora del curso intervino de inmediato y le sugirió entrar a un programa especial para impedir que su asunto con las drogas pasara a mayores.
Eso pasó a fines del mes de Agosto.
En septiembre (a mediados) ya todo se había resuelto, y por tanto estaba decidida su fecha de partida que era el 21 del mes.
Unos días antes, nos tocó una actividad extracurricular fuera del colegio, y una vez terminada fuimos juntos al planetario de la ciudad, donde mientras caía una lluvia de estrellas fugaces simuladas, pedí como deseo que ese amor...
El fín de semana anterior a su partida, fuimos a una de las tantas fiestas de pago que organizaba mi hermano y allí, oyendo la canción que siempre me lo recordará, nos despedimos. Aun hoy no puedo escuchar esa canción sin entristecerme.
"Que nunca me falte" - Gustavo Rodríguez

Como el programa al que lo ingresaron era de tipo internado, nos juramos esperarnos, igual, el programa duraba de seis meses a dos años, y el sería muy juicioso y saldría pronto, mientras yo encendería velas de rodillas ante el altar de ese amor...

Me dejó una carta de despedida, donde me pedía que lo esperara, que nos casaríamos tan pronto yo lo deseara: que si quería hacerlo al terminar el colegio así sería y si quería esperar a la universidad, también, el me esperaría y nuestra anhelada felicidad sería una realidad....
Y mientras tanto, nos consolábamos con cartas.
Muchas, muchísimas cartas le escribí en ese tiempo, hice una carpeta con recuerdos para el...
y lloré.
Sobretodo, lloré.
Meses llorando todas las noches (también algunos días), escribiéndole y soportando las miradas de lástima de todo el mundo en la escuela.
Tanto que hasta la directora del curso (si, la misma que le sugirió internarse) ya estaba preocupada por mi aspecto macilento, mis ojos hinchados y mi cara de mártir.
Duré así poco más de tres meses, en los que nunca recibí ni una respuesta a mis cartas y solo dos llamadas telefónica, que me rompió el corazón del dolor; Su madre me contó que por normas del sitio, él no debía comunicarse con nadie fuera de su estricta familia (ni siquiera con quienes como yo, se consideraban una influencia positiva) y por eso no podía responderme, (sabe Dios cuanto le costó conseguir el permiso para hacer esas llamadas) pero que todo iba bien, que tranquila... 
Hasta que un día su madre me confesó que él nunca recibió ninguna de las cartas y paquetes que le envié, que no debía volverlo a ver, nunca, y su madre me lo dijo entregándome casi un año de cartas y regalos que él nunca recibió.
Ahí me derrumbé del todo y me di cuenta que esperar, sola y sin saber el qué no tenía sentido.
Me quité el traje de viuda inconsolable y empecé a vivir...
me enredé con un tipo (relación fugaz pero con una historia hasta de lo más curiosa que puede que después cuente) 
Y creo que eso, él nunca me lo perdonó.
He de decir que los propuestos seis meses de internamiento se convirtieron en año y medio, que fue largo y doloroso...
Así, salió de mi vida.
"La razón de mi vida" - Victor Manuelle
Su canción para mi. Una de las. La principal.
Algún tiempo después, me enteré que a quien le preguntaba por mi, respondía más o menos, con esta canción.
Pasaron seis años
Sí, los mismos seis años que nos habíamos acordado dejar pasar antes de casarnos y por un montón de casualidades, (las escribí en un listado y fueron más de 8) nos encontramos, un día. Qué sorpresa. Qué huracán. No me sostenían las rodillas.
Al día siguiente fui a visitarlo a su casa y estuvimos juntos todo el día.
Y viví lo más cercano a una convivencia, como pareja, con otra persona. Con él.
Durante nuestro breve e infantil noviazgo fue obvio para mi que él me deseaba, pero respetó mi deseo de no tener sexo y en ese día de encuentro después de tanta vida vivida lejos el uno del otro, nos entregamos el uno al otro.
Al anochecer, fuimos juntos aun bar a tomar algo y ahí supe que para él, había sido una Rosa (me había escrito un cuento con ese tema, y en el bar me cantó la canción de mecano) y también supe que había perdido (por esa intrascendente aventura que mencioné) el derecho a rehacer nuestra historia, a escribir algo nuevo a su lado.
Lo resumió con una frase lapidaria:
"No tengo nada que ofrecerte. Ni a ti  ni a nadie"
A pesar de ello, pasaron los meses y estuve a su lado mientras montaba su negocio y le ayudé más que su presunta socia: desde pintar paredes hasta limpiar baños. Una vez más era su porrista número 1 y estaba dispuesta a todo para que viera cuánto deseaba apoyarle...
Pero mientras yo yo agonizaba de amor (de nuevo), él inició una nueva relación, que yo debía ver a la distancia, mordiéndome los labios...
Recuerdo un día....
Era su fiesta de cumpleaños y su pareja le llevó serenata. Yo asistía a esa fiesta, cual convidado de piedra, celebrando un amor que no me pertenecía... Cuando no pude resistirlo más, me fui y con la excusa de acompañarme, salió conmigo y lejos de miradas indiscretas me besó.
Y lloré de nuevo en el camino a casa
(Pequeña anotación: al día siguiente desahogué mi pena -la puñalada que fue ese beso- preguntando "Por que los hombres sois tan desgraciados?" llorando en brazos de quien, mucho tiempo después, sería mi pareja)

Con el paso del tiempo, ella quedó embarazada de él y formalizaron su relación. Ahora tienen dos niños que son idénticos a su padre.
Él salió de mi vida, pues no soy mujer capaz de destrozar un hogar, pero seguimos en contacto, de vez en cuando.
Él ha olvidado (presuntamente) cosas sobre mi (como mi día de cumpleaños) mientras yo recuerdo todo de él: desde el tono exacto de su piel pecosa hasta el sabor a sal de las lágrimas que le vi derramar. El por qué alguien tan culto tiene tan terrible ortografía, qué música le gustaba y las comidas que prefería, su maestría para hacer cometas o la manera en que escribía.
Y es curioso, porque he olvidado mis aportes a su vida: no recuerdo qué canciones le dedicaba o si alguna vez cociné para él. Tengo una extraña amnesia selectiva.
Es Sorrow en mi vida porque lo lastimé, sin desearlo, sin querer hacerlo pero lo hice.
Por eso se (nos?) negó otra oportunidad.
Es el único que me cobrarán en el infierno.

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