Decía Isabel Allende:
El punto G de la mujer está en el oído. El que busque más abajo, está perdiendo el tiempo y nos lo está haciendo perder a nosotras
Los que me conocen saben que me gusta mucho la lectura y saben que leo de todo y por supuesto cuando uno lee de todo, lee también algo de erotismo.
Pero encontrar buenas historias es increíblemente difícil. Al menos si quieres calidad.
Basta hacer la más simple búsqueda en internet para encontrar miles de resultados, quizá millones -obvio, lo hice: 9’900.000- pero de que existan a que sean buenos…
Escribir para excitar es complejo, en primera, porque lo que gusta a cada persona es colosalmente distinto. Millones de mujeres que jamás leyeron al Marqués de Sade se derritieron con las 50 sombras de Grey y con un libro tan interesante como 9 y ½ semanas se hizo una de las películas más edulcoradas de la historia del cine presuntamente erótico. Ah! y la canción (que hay que admitirlo es un hit) no hacía parte del libro. En esa época no se usaba tanto ese recurso en la narración.
"You can leave your hat on" - Joe Cocker
Y como segundo, es una cuestión de hallar el estilo adecuado.
De lo peor que pueda tener una narración erótica, al menos para mi, es la referencia directa e inmediata al acto sexual. Un detalle amplio de lamidas y sacudones sin contexto. Sin refinamiento. Sin expectativas.
Una versión escrita de "llegó el repartidor de pizza, le cogió la teta y la poseyó tras la puerta mal cerrada"
Si rebuscan en mis favoritos, verán que he seguido algunos blogs sobre el tema, aun los sigo, pero no suelen escribir con regularidad. Y es que para escribir sobre erotismo se requiere tiempo libre... al menos si se desea hacerlo con calidad.
Aun leo a un par de bloggers de este estilo, una dejó de escribir hace mucho, aunque su blog está activo, y uno de ellos muy interesante porque siempre toma como punto de partida una canción y es lo bastante diestro y elegante para no elegir canciones obvias. Es decir, creo que sería fácil escribir una historia sexual basada en reggaeton.
He llegado a pensar en hacer algo similar, pero me cuesta mucho describir el sexo. Soy buena hablando de amor, los sentimientos fluyen fácil hacia mis dedos y se instalan en mi mente y aunque no censuro el placer por el placer, a mi me cuesta un montón. He tratado de escribir esa clase de relatos, pero me pierdo en el romance. Ni siquiera he llegado a la maestría de lo que mis padres llaman "novelas de solteronas" , cuyo mejor exponente es la Jazmín de Harlequin, de las que poseo dos y no necesito más porque son todas por el mismo corte: una historia de amor tormentosa, y escenas de sexo no muy explícitas, que siempre están enmarcadas en el profuuuuuuuuuuuuundo amor que se tienen los protagonistas, así no lo admitan. En ellas nunca duele la desfloración, los hombres son amantes perfectos y resistentes y las mujeres responden con vergüenza, pero con entusiasmo. Y producen historias como rosquillas y se mantienen de eso.
Viene a mi mente una frase de mi memorable Lady Heather:
De lo peor que pueda tener una narración erótica, al menos para mi, es la referencia directa e inmediata al acto sexual. Un detalle amplio de lamidas y sacudones sin contexto. Sin refinamiento. Sin expectativas.
Una versión escrita de "llegó el repartidor de pizza, le cogió la teta y la poseyó tras la puerta mal cerrada"
Si rebuscan en mis favoritos, verán que he seguido algunos blogs sobre el tema, aun los sigo, pero no suelen escribir con regularidad. Y es que para escribir sobre erotismo se requiere tiempo libre... al menos si se desea hacerlo con calidad.
Aun leo a un par de bloggers de este estilo, una dejó de escribir hace mucho, aunque su blog está activo, y uno de ellos muy interesante porque siempre toma como punto de partida una canción y es lo bastante diestro y elegante para no elegir canciones obvias. Es decir, creo que sería fácil escribir una historia sexual basada en reggaeton.
He llegado a pensar en hacer algo similar, pero me cuesta mucho describir el sexo. Soy buena hablando de amor, los sentimientos fluyen fácil hacia mis dedos y se instalan en mi mente y aunque no censuro el placer por el placer, a mi me cuesta un montón. He tratado de escribir esa clase de relatos, pero me pierdo en el romance. Ni siquiera he llegado a la maestría de lo que mis padres llaman "novelas de solteronas" , cuyo mejor exponente es la Jazmín de Harlequin, de las que poseo dos y no necesito más porque son todas por el mismo corte: una historia de amor tormentosa, y escenas de sexo no muy explícitas, que siempre están enmarcadas en el profuuuuuuuuuuuuundo amor que se tienen los protagonistas, así no lo admitan. En ellas nunca duele la desfloración, los hombres son amantes perfectos y resistentes y las mujeres responden con vergüenza, pero con entusiasmo. Y producen historias como rosquillas y se mantienen de eso.
Viene a mi mente una frase de mi memorable Lady Heather:
El sexo paga más que la muerte... Y la ropa es mejor
En la ya mencionada página de Harlequin vemos desde a Alison Richardson, Elizabeth Flock, Wendy Markham e incluso Tom Peters (en un género donde hay muy escasos hombres) con solo una publicación, hasta Nora Roberts con el récord de 102 libros de esta clase.
"Novia por correo" - Cheryl St John. Uno de los libros que tengo
Pero como por variar me desvié un poco del tema.
Si escribiera algo sobre el tema, sería para una persona en específico y trataría de escribir algo de tanta altura, clase y belleza cómo el cuento de Salila y Habib, uno de los relatos más hermosos que he leído y qué tengo incluso en el cel.Para aprender, hay que seguir a los maestros.
Anais Nin y Henry Miller sobrevivieron un tiempo escribiendo relatos eróticos por página a un tipo que se hacía llamar "el coleccionista", quién les reiteraba que "se saltaran la poesía" y concretaran el sexo. Un día, hartos, le escribieron esta carta (y sin cobrar):
Querido coleccionista:
Le odiamos. La sexualidad pierde su fuerza y su magia cuando se hace explícita, automática, exagerada; cuando se convierte en una obsesión mecánica, llega a ser aburrida. Usted nos ha enseñado mejor que nadie lo erróneo que es no combinarla con la emoción, la sed, el deseo, la lujuria, los antojos, los caprichos, los lazos personales, las relaciones más profundas que cambian su color, su sabor, sus ritmos y sus intensidades.No sabe usted lo que se pierde con su análisis microscópico de la actividad sexual y la exclusión de todo lo demás, sin el combustible que la enciende: lo intelectual, lo imaginativo, lo romántico, lo emotivo. Es todo esto lo que da a la sexualidad sus sorprendentes texturas, sus sutiles transformaciones, sus elementos afrodisíacos. Usted reduce el mundo de sus sensaciones. Lo está marchitando, lo hace pasar sed, lo deja sin sangre [...] No hay dos pieles que tengan la misma textura, nunca hay la misma luz, ni la misma temperatura ni las mismas sombras, ni tampoco el mismo gesto; porque el amante, cuando está encendido por un verdadero amor, puede recorrer la interminable historia de tantos siglos de cuentos de amor. Una enorme gama, enormes cambios de época, variaciones de madurez e inocencia, perversidad y arte, animales graciosos y naturales.Nos hemos sentado para charlar durante horas preguntándonos qué aspecto debe tener usted. Si usted ha cerrado sus sentidos a la seda, la luz, el color, el olor, el carácter, el temperamento; usted debe estar ahora completamente apergaminado. Hay muchísimos sentidos secundarios que fluyen como afluentes de la corriente principal del sexo, alimentándola. Sólo la unión de los latidos del sexo y del corazón puede crear el éxtasis”.
Anaïs
Sé que ya lo dije, pero lo repetiré.
Si escribiera un texto de esta clase, sería el canto al placer que he compartido con una persona específica. Y trataría de hacerlo lo mejor posible.
Si escribiera un texto de esta clase, sería el canto al placer que he compartido con una persona específica. Y trataría de hacerlo lo mejor posible.
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