Baúles cerrados

"Por qué insistes en hablar de lo que no existe?"
Fermina Daza, protagonista del libro "El Amor en los Tiempos del Cólera" le hacía esta pregunta a su eterno enamorado, Florentino Ariza.
¿por qué insistimos en hablar de lo que no existe? ¿por qué insistimos en el "Y si..." que tanto complica las cosas?
Insistimos.
Todos los seres humanos, creo que ninguno se libra del hechizo.
Tengo muchos recuerdos, y entre ellos, están los preciosísimos, los recuerdos de amor.
De amores idos, de amores que no pudieron ser (que el amor que es no necesito preguntar el "Y si...")
Y los guardo en sitios cerrados, donde muy de vez en cuando puedo verlos y recordarlos, pero realmente, es algo que prefiero no hacer. 
Todos los amores no cumplidos son tristes y no tengo tiempo para la tristeza.
(bueno, no mucho ni muy seguido)
Específicamente, tengo tres.
La cajita de chocolates
El primero fue de mi ya lejanísima adolescencia, el que con justicia debería llamarse mi primer amor.
Que no fue exactamente el primero (ni siquiera el primero en corresponderme) pero si el primero con el que me tejí sueños perdurables. El primero con el que empecé a pensar en un futuro.
En una caja de chocolates que me regaló (valga la cuña... este fue uno de sus primeros regalos) guardo los recuerdos de ese amor...
Hay desde boletas de actividades que realizamos juntos (recuerdo la última vez que fuimos a bailar juntos... qué experiencia fue esa...), empaques de varios dulces y escritos. Muchos escritos.
Tengo poesías, varias notitas, un cuento y la carta que me escribió cuando el destino decidió que debíamos estar separados.
A él le gustaba, cosa extraña, hacerle dobleces a las cartas, así al estilo gitano, para que fueran transportables y además quedaran algo sellados.
Este es todo el contenido de esa caja mágica. Bastante nutrido.
Con él las cosas no se dieron, las acciones y omisiones de cada uno de los dos (de los críos que éramos en esa época) hicieron que no estuviéramos juntos. Pero esa es una historia larga y este no es el lugar para relatarla.
La cinta negra
Y esto tiene su simbolismo.
La cinta la usé una vez para atar mi cabello recibiendo algún comentario de elogio de la persona a quien corresponde su contenido. Esta cinta la he mencionado ya en otros post.
Y es curioso, siempre el color negro es el que asocio con él.
Finalmente la cinta es negra porque es el color que corresponde al luto, pues mi corazón quedó bastante estropeado después de esta fallida historia de amor.
En su mayoría son cosas escritas: transcripción de mensajes de texto, un par de chats muy importantes en su momento, un juego de "reglas" a cumplir, poemas de despedida... Un post-it donde justifica el porqué no arriesgarse conmigo, una hoja sencilla con una frase en latín (carajo si es un  hit que te conquisten en latín, ah?) y el empaque de un dulce.
Esto es lo que protege la cinta. Con doble nudo y todo.
Como que a cada historia le correspondería su cantidad, la primera duró tres meses en funciones (pero perduró años) y la segunda solo uno (perduró años también) así que parecería que es por eso la disminución de contenido, pero es una engañosa apariencia, porque de la primera queda una carpeta llena de escritos (estos de mi para el) y de la segunda Megabites (muchisimos) representados en chats, fotos, mensajes de texto y e-mails.
Este material, el digital, me lleva al último baúl. El baúl Inasible
Recuerdos en Software:
Así, llegamos a la motivación de este post. A esa persona de la que guardo también miles de recuerdos, pero recuerdos intangibles.
Por ello podría decir que también tengo mi baulito de él, con los besos, los abrazos, las fantasías, los sueños, muchísimos chats, una foto prohibida, miles de fotos normales, algunos mensajes de texto, un Google Drive, un blog secreto...
Todo eso compuesto por la misma sustancia que el aire.
Intocable, insustancial.
Y sellado.
Como todos los anteriores, este baúl virtual está cerrado, pero este especialmente, está con doble vuelta de llave, porque entre los recuerdos guardados hay también reproches, lágrimas, malos tratos, indiferencia, rabia...
En el fondo, muy al fondo de ese baúl, quedó el deseo que podía sentir por su destinatario. Es decir. Hubo una conmoción atómica en esta relación encabezada por sus palabras literales "mi deseo por ti ha muerto" lo cual, después de la impresión inicial, he de confesarlo, me dio un respiro.
Me alivió.
Es decir, cuando la ingesta de un chocolate se convierte (desde un punto de vista pervertido por hechos recientes) en un desenfrenado intento de coqueteo una entiende que no tiene sentido tratar de dar explicaciones y que lo más sano es apartarse a un lado y por supuesto, hacer a un lado lo que pueda recordar una época donde lo único bueno fueron las enseñanzas que se obtuvieron.
Y ya.
Ese deseo quedó guardado en un sitio de donde no pienso dejarlo salir, donde realmente ya no se hace real ni siquiera en forma intangible, ni en sueños o en fantasías, porque no ocurren.
Es una caja al fondo mi biblioteca, es una cinta con doble nudo, es algo que no deseo dejar salir, porque si ocurre solo traerá lo que siempre trae: Malos entendidos, dolor y desesperación.

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