En la película Coco de Disney, el paraíso es un lugar donde viven los muertos, pero de forma condicional: Cuando les olvidan, se desvanecen en polvo. Por eso el afán de los seres humanos de no ser olvidados. De que sus hijos o nietos o familia o, en ciertos casos, la fama, permita que puedan permanecer allí, para siempre.
Pero se me ha ocurrido que, en algún momento, nos olvidarán, a menos que de verdad hagamos algo que nos ponga en los sitios de historia. Tus familiares más allá de tercer o cuarto nivel, no sabrás quién eres... Así tu foto esté en el altar, olvidarán tu nombre, los hechos de tu vida, por qué fuiste especial.
Y sin embargo, siento que incluso eso podría ser un alivio. En la misma película, los muertos se llevaban hasta el otro mundo sus pasiones, sus miedos, sus dolores y rencores... Imelda, muchos años después de muerta, no solo mantenía el rencor de su corazón hacia su esposo, sino que lo perpetuaba en su familia...
Quizá descansar un poco del dolor no sea tan malo, después de todo.
Juan Jesús Vallejo dice que para él, el Cielo es llegar, darle un abrazo a su familia muerta y después de un tiempo, seguir adelante...
Y es una idea que suena bien. Que el paraíso fuera una carrera de relevos: Un sitio donde mi mamá me espera para decirme que está orgullosa de mi y que, después de encontrarse con todas las personas que la quisieron y la recuerdan (que creo, llegará solo hasta mi pequeña sobrina), podrá seguir adelante... y yo me quedaré... mucho menos que ella, ya que ni tan siquiera hijos dejaré y quizá mi sobrina les hable de a sus hijos de su tía pero de ahí no pasaré...
Y me desvaneceré lentamente... dejando atrás tanto dolor...
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