Tú no sabes...

Y espero que nunca sepas, qué se siente tener que matar, con tus propias manos, los deseos de hacer algo por otra persona, porque no eres correspondido.
No me queda ni ánimo de seguir buscando algo para tu cumpleaños.
Solo me queda la esperanza de que aquello que doy volverá a mi, pero poco a poco he dejado de esperarlo de ti.
Duele mucho ser la decimoquinta en tu decálogo de prioridades.
Cuando un día ya ni tan solo lo desee de tus manos, habrá llegado el momento del adiós.

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