Más reflexiones sueltas


Soy una buena pareja, lo que no pareciera a primera vista, porque me guardo mis sentimientos, emociones, secretos e incluso a veces me fastidia la prosaica pregunta de qué comí, porque me siento controlada. Resultado de un padre protector y sobrepreocupado, supongo. 
También soy consentida y mimada.
Pero soy una buena pareja si me dan la oportunidad y me siento correspondida.
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Hay tantas parejas que tienen fricciones cuando el otro decide hacer algo que uno considera descabellado... desde gastarse su dinero en un videojuego hasta largarse del país. Por lo general dejo que hagan lo que se les dé la gana y debe haber un nivel de confianza muy grande para que les exponga mis reparos al respecto... No muchas parejas sobreviven a los reparos.
Pero siempre los voy a apoyar y no seré un estorbo en su camino... pero hemos de haber caminado mucho para que eso sea evidente.

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Tengo un libro en mente. Un libro frívolo y sin mucho vuelo intelectual. Solo tengo el título, el subtitulo, el bajante y la idea general.
Y la dedicatoria, que no es para nadie que me conozca.
Tendría que modificar y disfrazar con mucha ficción lo que contaría, porque es una parte de mi historia y de las historias de otros, de cientos de historias vividas y confiadas a mí... Y con el boom de libros malos que hay ahora, seguro sería un hit. Y estoy aterrorizada de realizarlo.
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Me gusta hacer planes. Hacer planes me parece una muestra de dedicación y amor. Es decir, si el cumpleaños de mi pareja cae totalmente fuera de la quincena (digamos... un día 10, quizá un 22 o 25) desde inicio de mes guardaré una parte porque es importante para mi que sepa que es importante para mi. Que él es importante para mi. Eso es planear.
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Ahora bien, cuando hago y hago y hago planes y no veo que se puedan cumplir me frustro horriblemente y entro en crisis y quisiera no volver a hacerlo jamás.
Lo último a nivel estrictamente personal fue el curso en la Universidad. Tuve una semana de crisis y varios días de llanto hasta que milagrosamente, se logró realizar. De no ser así, habría desistido del todo de seguir estudiando.

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Por eso hay cosas que ya no planeo, ya ni tan siquiera trato de pensar en ellas. Lo malo es que con el tiempo, como una planta sin agua, se van secando y no haré nada para que se realicen. Es más, incluso pueden fastidiarme cuando sucedan.
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El único plan donde no he desistido es mi casita, pero no he tenido contratiempos con eso, solo que aún no están listas las condiciones.
Y en parte, creo que es para minimizar los contratiempos: deudas imposibles de asumir, irme a una casa sin mayor cosa que los enseres de mi habitación... He pensado en, como hizo mi hermano hace años, comprar aunque sea un juego de vasos (en oferta) que sea solo mio.
A mi hermano se le rompieron mucho antes de salir de casa. Creo que no los compro por agüero.
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También con eso, por culpa de mi pareja, me antojé de dos ¿electrodomésticos? que jamás había querido: un TV grande y una nintendo switch. Les daría prioridad incluso sobre un sofá, así tuviera que jugar sentada en el piso.
También sé qué muebles me gustarían a mi y mis particularidades, por ejemplo, no me gustan los sofás modulares, me encanta la idea de un comedor rústico y no compraría mesas de noche a menos que las hiciera fabricar a mi gusto, más grandes y altas de lo normal, casi como minicómodas y con muchos cajones.
A veces los miro en catálogos, pero no paso de ahí. 
No quiero frustrar mis planes cuando sé que no pueden realizarse. Tanto decir que no, agota.
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Dejé de ser estrictamente rigurosa con la alimentación y mi azúcar está por las nubes y siento el irresistible de deseo de comer ponquecitos recién hechos. Quizá compre azúcar dietética y me haga alguno al microondas. Hay una receta de uno, que se hace con yogurth que me apetece mucho... aunque tampoco debo comer harina de trigo y la gracia del ponqué es la costrica dura que solo queda en horno.
Es culpa de Charlie, que ha estado hablando de ponqués con palinka toda la semana.
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Creo que mi patológico sentido de responsabilidad viene desde mi infancia, desde la escuela.
No tuve padres que me llevaran la merienda si la olvidaba o me ayudaran a hacer tareas y dios me librara de despertar a mi papá para que me hiciera una maqueta o un dibujo y solo una vez tuve que confesar a última hora que no tenía listo el encargo del día siguiente: me habían elegido reina del curso y necesitaba un par de vestidos y una cinta para desfilar. No era algo que pudiera resolver por mi misma, pero salimos adelante. 
Por eso muchos de mis trabajos escolares son lastimosos, como lo era mi vestuario. Creo que siempre fui un poco lastimosa.
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En mis primeros años de colegio me llamaban "Cara Sucia" por la novela venezolana protagonizada por Sonya Smith a los que mis compañeros decían que me parecía. Creo que por eso me eligieron reina, por cierto.

La novela es la clásica reinvención de la cenicienta y la canción de los créditos "Antología de caricias" de Altamira Banda Show me parece romántica.
No me gustaba que me dijeran así, aunque sé que era más un halago que una manera de molestarme.
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Hay niñas a las que criaron para ser princesitas. A mi no, me criaron sobreviviente. No recuerdo que me dieran algo rosado o un osito de felpa.
Eso tiene tanto de bueno como de malo y una consecuencia es conmoverme cuando alguien si me trata como una y me muestra cuán importate soy.
A veces hasta entiendo a Peach... la mayor parte de tiempo, la odio.
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Casi es día 15. Se ha ido medio mes y aquí estamos.

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