Apariencias

No siempre son las apariencias los más fiable para juzgar a una persona.
Y sin embargo todos lo hacemos.
Desde decidir si esa persona nos cae bien o mal hasta si tendremos o no una relación sentimental con ella.
Incluso por las apariencias (por la mirada del otro) nos juzgamos a nosotros mismos:
Que si la figura, que si la ropa, que si la marca de la ropa...
Ahí donde las ven, la moneda pequeña vale más que la grande
Sería fácil y lindo decir que no, que eso no es cierto, pero lo es.
Así es la naturaleza humana.
Y es un imperativo biológico: los hombres eligen caderas anchas porque asegura mejor prole, o siguen los dictados de la TV para que sus amigos los envidien.
Las mujeres seleccionan machos con dinero porque es más factible que den mayores posibilidades a las crías, o elijen un varón con auto para presumirle a sus amigas.
Vemos la portada del libro, el afiche de la película, lo que otro nos dijo de esa persona. No pasamos de ahí.
¿Será el miedo del descubrimiento? Qué es peor, descubrir la razón en las palabras del otro, que no es cierto o que es aun peor de lo que imaginábamos...?
¿Será simple pereza?
Para protegernos creamos un muro de apariencias entre nosotros y los demás, luego nos quejamos porque del otro no vemos sino su coraza, y lo decimos a través de nuestra propia máscara.
No se sabe qué esperar...
No se sabe en quién confiar...
Y por eso tememos tanto entregar el corazón...
Y amar...

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