Adoro los cactus como adoro los gatos.
Son seres independientes y se cuidan solos.
Necesitan poco mantenimiento, pero aún asi agradecen el apoyo.
Duros por fuera y blandos por dentro,
como los chocolates finos.
Tienen garras y espinas para defenderse,
porque el mundo puede ser un lugar muy cruel
Aunque los crean estériles, dan flores, dan frutos, incluso pueden ser "tíos", dan parte de si mismos sin necesidad de entregar sus semillas.
Es mi versión capitalina y apartamentera de un Jardín Zen.
Por ello repito con Ernest Jünger, aunque cultive cactus, y no hermosas flores de colores:
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