Cuando uno es niño, se encapricha de muchas cosas... la infancia es la época de desear sin medida, pero muy temprano en mi vida aprendí que si deseaba algo, tendría que conseguirlo por mis propios medios, ya que a mi hada madrina de seguro la atropelló un camión.
Con el paso del tiempo algunos de esos deseos se han marchado, otros han cambiado, unos pocos se han cumplido (y a veces han sido reemplazados por otros) y dentro de estos, algunos se han realizado ya mucho tiempo después, cuando con algo de lógica, cabría pensar "Y ya para qué?".
Recuerdo por ejemplo un jueguito de mini frasquitos de perfumes, que la verdad no tenían un aroma particularmente rico, pero los pequeños botellines de cristal en su caja forrada de terciopelo rojo me parecían fascinantes. Hace pocos años conseguí uno. Su olor sigue sin ser nada especial.
Eso, las miniaturas, son cosas que me encantan, por lo que desear pequeñas cositas parece ser una constante en mi. Por ejemplo, la miniatura de licuadora (perfectamente funcional) que una navidad le dimos a una de mis primas. El reloj de arena que un día mi padre dió a mi mamá (y que heredé) o la dominuta lámpara de Aladino con vidrio verdadero.
Hay algunas de esas cosas que se me han presentado con la oportunidad de ser mías, pero debo confesar que si su precio es excesivo, puedo prescindir del capricho, pero cuando es accesible no me resisto...
Y por poco menos de un dólar conseguí uno de esos anhelos inútiles de infancia: un jueguito de té de porcelana.
Nunca lo usaré. Pero cuando tenga mi casa, lo voy a poner en la mesa de centro, junto al juego de Quarto... o quizá lo ponga en una de las repisas de la biblioteca de la sala.
A que es adorable, no?
Con el paso del tiempo algunos de esos deseos se han marchado, otros han cambiado, unos pocos se han cumplido (y a veces han sido reemplazados por otros) y dentro de estos, algunos se han realizado ya mucho tiempo después, cuando con algo de lógica, cabría pensar "Y ya para qué?".
Recuerdo por ejemplo un jueguito de mini frasquitos de perfumes, que la verdad no tenían un aroma particularmente rico, pero los pequeños botellines de cristal en su caja forrada de terciopelo rojo me parecían fascinantes. Hace pocos años conseguí uno. Su olor sigue sin ser nada especial.
Eso, las miniaturas, son cosas que me encantan, por lo que desear pequeñas cositas parece ser una constante en mi. Por ejemplo, la miniatura de licuadora (perfectamente funcional) que una navidad le dimos a una de mis primas. El reloj de arena que un día mi padre dió a mi mamá (y que heredé) o la dominuta lámpara de Aladino con vidrio verdadero.
Hay algunas de esas cosas que se me han presentado con la oportunidad de ser mías, pero debo confesar que si su precio es excesivo, puedo prescindir del capricho, pero cuando es accesible no me resisto...
Y por poco menos de un dólar conseguí uno de esos anhelos inútiles de infancia: un jueguito de té de porcelana.
Nunca lo usaré. Pero cuando tenga mi casa, lo voy a poner en la mesa de centro, junto al juego de Quarto... o quizá lo ponga en una de las repisas de la biblioteca de la sala.
A que es adorable, no?
Y, afortunadamente otros deseos se van cumpliendo. Y no con el hada madrina, sino por el apoyo de quienes me aman.
Por no poder hacer este curso lloré tres días de impotencia, pero el amor (y el dinero) de otros apoyaron mis esfuerzos y henos aquí.
Como siempre digo en mis oraciones, espero ser pronto una persona que pueda compartir su fortuna, con quienes me aman y también con otros másLa felicidá |
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