La comida y yo

El man está rico, pero ¿quien cocina en toalla?
La comida y yo tenemos una relación muy especial, desde siempre.
Soy gorda porque me inculcaron pésimos hábitos alimenticios. Creo que el peor fue comer porciones desmedidamente grandes. No solo como más que mis amigas (me sorprende que sobrevivan con sus escuálidas porciones) sino también más que varios de mis amigos.
Mi padre, que tuvo que criarnos solo, no tuvo en cuenta nociones básicas como que las niñas debemos comer menos que los varones... o simplemente, que la porción de un niño era más pequeña que la de un adulto. Vivía con la obsesión de que estábamos desnutridos. 
Por su propia crianza, a nada le tiene más terror que a una nevera vacía. Podíamos tener los zapatos destrozados y la ropa hecha un desastre (y de hecho, así era) pero desde que hubiera comida en la nevera él no se angustiaba.
Si eso no fuera suficiente, como (devoro, más bien) por ansiedad. Estas dos semanas que han sido una pesadilla en mi vida, estuve atracándome de pan y chucherías... Mi pobre organismo debió soportar bastantes abusos. Estoy tratando de controlar esa tendencia acudiendo al recurso del cobarde: Masticar chicles sin azúcar de los que siempre tengo una gran provisión.
Soy una comedora social. Muchos amigos podrán reprocharme que no conservan ningún regalo mío, pues todos eran comestibles. He llegado al punto que no ir a determinados sitios deliciosos si no estoy acompañada.
Amo los libros de cocina. Sé cocinar y lo hago muy bien. Incluso estudié un poco del tema. Si en la técnica en vez de tomar la decisión impulsiva y ridícula de llevarle la contraria a mi familia hubiera obrado con un poco de sentido común, en vez de estudiar bares, habría podido ser cocinera profesional. Y estoy segura, habría sido una muy buena.
Una sola vez he cocinado desnuda para un amante (bueno, desnuda no, con un delantal coquetón y unos tacones) y le gustó. Le gustó el gesto y le gustó la comida, una excelente pasta a la bolognesa. Nunca lo he repetido porque ajá... no vivo sola.
Vegetarianos: Los amo...
siempre y cuando no me critiquen por comer carne
Un libro que me gustó y mucho, tiene como protagonista a una Cocinera. Se llama "Cómo cocinar a esa lagarta" y su protagonista, Jazmine, es una gorda amante de la grasa, de la cocina y de su marido... que hará lo que sea por retenerlo, incluido luchar contra una jovencita delgada y artera y rechazar al apuesto joven que se le insinúa.
Durante un tiempo estuve enamorada (enamorada?) de un cocinero profesional. Le comí mucho pero nada que él hubiera preparado. Él odiaba el café frío, incluso en preparaciones especializadas. Tiene una etiqueta en este blog, de las canciones de Ricardo Arjona, que eran las que me lo recordaban. Es el único hombre que he llegado a contemplar tener como amante más o menos permanente.
Tenía una barriga oronda (todo en él era grande) y es uno de los pocos hombres que he conocido que tenían la fuerza suficiente para cargar conmigo. Vernos era como ver un cuadro del rapto de las sabinas.
Hace mucho me sacó de su vida por el sencillo expediente de borrar sus rastros en redes sociales, bloquearme en el correo (o lo desactivó, qué sé yo) y nunca volver a contestar mis llamadas. Él me enseñó a lidiar el clima en tierra caliente con loción mentolada. Me enteré que hace cosa de un año tuvo un hijo. 
Generalmente como de todo. Hay muy pocas cosas que no esté dispuesta a comer, o al menos a probar, pero...
No como borojó, chontaduro o tamarindo. Creo que son las únicas frutas que no puedo comer en ninguna presentación. Una vez Doc me retó a que me encantaría el jugo de tamarindo de su madre y nunca me dió.
A veces salíamos con mi papá a caminar por las calles del centro de la ciudad y hacíamos una maratón de comida: en cada carrito que veíamos comíamos algo. No temo a la comida de carrito inmundo callejero pero con la edad y con mejor economía a veces me pongo exquisita. Desi me llamó una vez "Sibarita" (y quizá sea uno de los halagos que más me han gustado en la vida).
Kiss the cock, digo, the cook
Por la obsesión nutricional de mi padre, odio el caldo de pescado (y también el pescado cocido) lo que me privó por años de comer esa delicia que es la cazuela de mariscos. Debo a Doc haber superado el trauma.
Tampoco como nada con cabeza. Odio que mi comida me mire.
Como poco dulce y mucho picante. Con Desi estamos haciendo experimentos de ají con fruta. Nos han salido bien.
Mi postre favorito es el postre de natas bogotano, pero el bueno (que es caro y difícil de conseguir).
De niña, cómo todos, era melindrosa con la cebolla y el pimentón. Una noche fuimos con mi padre a uno de los miradores de la ciudad y allí me tocó (tocó: era eso o nada) comer un pincho que por cada pedazo de carne, tenía uno de esos dos ingredientes. Resignada, oyendo "fast car" de Tracy  Chapman, me lo comí. Desde esa noche amo esos dos ingredientes.
Mi papá y mis hermanos son excelentes cocineros.
Amo los lácteos. Si fuera intolerante a la lactosa sería muy desdichada.
La bebida que más consumo es el agua. Me gusta poco el alcohol (después de dos años de beber por obligación en el curso de bares pierde mucho de la gracia) y por eso sé muchas recetas de cócteles sin alcohol. Pero mi favorito lleva ginebra y ginger Ale que es mi segunda gaseosa favorita, después de la Inca Kola, sabor original.
Amo los helados de sabores cítricos.
Podría comer limas y granadas sin fin. Igual papas francesas y palomitas de maiz.
"La masa debe ser muy livianita
y el horno estar bien caliente"
Doña flor y sus dos maridos de Jorge Amado
Cuando voy a cine, hago una mescolanza de todas las gaseosas disponibles. Odio comer en el cine, salvó refresco y palomitas.
Sin haberlo probado nunca, le tengo ira al pastel Red Velvet porque su color rojo es pura anilina y no zumo de alguna fruta.
La mejor comida china la he comido con Desi. Él sabe usar palillos. Solo una vez he comido algo que él haya preparado y me gustó.
He tomado jugo de betabel (remolacha) con leche. Me gustó pero se sentía raro tomar eso, así que solo lo tomé un par de veces y nunca he hecho en casa.
Quiero un soplete de cocina y un kit de esferificación. No sé en qué los usaría, pero los quiero.
Tengo otro blog aparte de este y habla de comida. Había hecho uno para mi pareja para explicarle cómo cocinar mientras vivía en otro país (salió de aquí sin saber ni freír un huevo). Cuando me terminó me dió rabia y lo borré.
Extraño a la negra July, que vendía las más deliciosas marranitas que alguna vez haya comido, acompañadas con ajies de diversos tipos. Con Desi amábamos ir a comprarle, pero su negocio desapareció.
Steven cocina bien. He comido alguna vez en su casa y puedo dar fé de ello, pero nunca ha preparado algo especialmente para mí. Ha arraigado en el la superstición que al cocinar algo en especial para alguien, ese alguien se aleja de su vida. Le ha pasado varias veces.
Un amigo de Steven es el mejor parrillero que he conocido jamás. Adobando la carne con sal de rosas y gengibre me elevó al éxtasis. Sigo buscando esa sal.
Mi mejor amigo también sabe cocinar, aunque el no es tan especializado, hace mucha comida casera.
Una sola vez he comido ramen de restaurante y no me pareció la gran cosa. Dudo que vuelva a comerlo.
Jazmine, la del libro de la lagarta dice:
"La comida nunca dice no. Dice "si", dice "más"..."
Así me imagino el buen sexo. Pero esa, esa es otra clase de comida...

0 Bienvenidos sus comentarios. Y sin captcha:

Publicar un comentario

No Comments... ¿o si?