Llora mi corazón, porque a través del teléfono siento que te alejas.
Temí este viaje por eso. Siempre temo los viajes por eso desde que fuí a los llanos.
Siempre temo que te alejes de mi. No solo físicamente (lo que haces, de hecho muchas veces) sino de mente y corazón.
Te llamo. Me gasto mi tiempo y mi dinero tratando de sentirte cerca y solo recibo tu frialdad y tu apresuramiento. Siento que mis llamadas son un mero trámite para ti. Una fastidiosa obligación.
Siento que el amor se enfría en nosotros, desde el deseo de ti hacia mi, hasta el hecho de que estás quebrantando tu promesa de contarme las cosas que te suceden.
Así que aqui estoy. En la oficina, con un nudo en mi corazón y una piedra en mi pecho, escondiendo mis lágrimas, pues no es el lugar ni el momento de dar rienda suelta a mis sentimientos.
¿Cuáles son?
Que te amo.
Que diez amantes juntos (si los tuviese) no llenarían el vacío que sentiría mi cuerpo sin ti.
Qué un millón de adoradores (si los consiguiera) no me darían el calor de tu pecho cuando a veces atrapas mi cabeza para posarla sobre el tuyo.
Que odio este pueblo de mierda porque me aleja de ti.
Que debería amarlo, porque me permitirá saber si realmente me amas o es solo que te soy útil.
pero siento tanto dolor... y ese dolor exalta mi paranoia.
Y necesito con desesperación algo que me anestesie este dolor, que me parte en dos el corazón y el alma.
Llanto oculto
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